Muerte Grupera

Esta semana ha sido bastante movida para los tabloides de espectáculos con dos noticiones acerca del asesinato de dos representantes del genero grupero. El primero fue el de la cantante poco conocida, Zayda Peña. La cual fue primeramente herida y luego terminada en el hospital donde convalecía. El segundo fue Sergio Gómez vocalista de la agrupación K-Paz de la Sierra al ser hallado su cuerpo sin vida y mostrando signos de violencia. En ambos casos la incógnita es el móvil del delito. A ninguno de los dos se les conoce ningún vinculo con el narcotráfico. Todos sus conocidos afirman que son almas de dios, que jamas han roto un plato y que dudan las causas que originaron los incidentes. Hay que notar que la forma de las muertes dice todo lo contrario a lo que los medios quieren dar a entender. Obvio es que si estas personas estaban involucradas en negocios turbios de alto riesgo jamas, de los jamases harían algo que los delatara ante las autoridades. Aunque nadie que sea un buen samaritano recibe una lluvia de balas, tiro de gracia o remate en un nosocomio. Es claro que algo pasa con los cantantes del genero grupero. Ya sea que con sus canciones quieran transmitir algún mensaje que no deba ser mencionado, que estas personas hayan recibido ayuda desde el inicio de sus carreras y ya alcanzada la fama hayan buscado librarse de sus padrinos o simplemente le cayeron mal a alguien. Eso no lo sabremos y no lo sabremos porque nuestro sistema de justicia no sirve a la verdad ni a la justicia sino al dinero y al poder del plomo. Como sea estos dos asesinatos, más de los que hay antecedente (Valentin Elizalde y Trigo Figueroa) son una advertencia para todos aquellos cantantes de sombrero y botas de que en cualquier momento cualquiera puede ser el siguiente. Cosa muy similar a la que sucede con los raperos gringos aunque estos suelen tener problemas con mafias con las que estaban ya relacionados desde mucho antes de iniciar sus carreras artísticas. Lo que es un hecho es que no hay santos y mucho menos mártires.